LA CAPUCHA



La muerte, es algo a lo que aun no sé cómo describir, creo que no me da miedo entrar en ella, más miedo me da lo que dejo... eso me aterra, pero estar muerta creo que sería la opción de llegar al cielo si me da la gana, y esto del cielo es tan subjetivo.

Pero, sin irme por la ramas, pensaba en ella como piensan los orientales, tan sujetos a su destino, sin cuestionarla. Yo la he cuestionado alguna vez. Eso sucedió cuando uno de mis hermanos se debatía entre la vida y la muerte, yo llegué a la clínica desesperada, tan angustiada, con ganas de coger a la muerte por los hombros y sacarla de donde estaba mi hermano como se saca a un borracho bochinchero de chingana. Me dijeron que lo estaban estabilizando, que esperemos porque era posible que lo pudiéramos ver esa misma noche, mientras tanto, hacía mi guardia.

Sentada en una silla dura, esperaba el momento que lo estabilicen y con el pensamiento la ahuyentaba, "no toques a mi hermano, lárgate de aquí", ponía mi mejor cara de mala para que la muerte la vea y se vaya con miedo de mí, no sé si lo logré, pero tengo a mi hermano a mi lado en este momento.

A veces lo miro y recuerdo ese momento como si hubiera sido una victoria de los dos, aunque él nunca se haya enterado de que la muerte me vio y se fue corriendo por mi cara de mala y que mientras yo estuve ahí todo se estabilizó y nadie murió.

Siempre me pregunto si está por los mismos lugares por donde yo estoy y trato de ahuyentarla, queriendo adivinar a cuál de todas las personas de esta combi será el más inmediato en su lista o si a lo mejor moriré en unos minutos con alguno de ellos.

Hasta ayer había un paciente de cáncer terminal en mi edificio, a dos pisos de mi casa, pero no pensé en la muerte hasta hace unas horas que me enteré que pasó por aquí. Me pregunto si la muerte se equivoca en el delivery, me habría llevado a mí? Cómo hacerle entender a algo tan inexorable que no soy yo a quien se debe llevar, que se equivocó de piso o que me dé unos minutitos más para encargar bien a mi hijo... me llevaría, simplemente, sin dirigirme la palabra, mirándome fijamente, con esos ojos que imagino y que a veces quisiera ver sólo por curiosidad, con su cara de muerte y sus modos parcos, serenos e inmutables.

Si la muerte emprendiera una persecusión contra mí me encontraría al toque, ando siempre por los mismos lugares, con la misma gente... por el momento creo que no me toca que me lleve, pero si así fuera, espero tener una capucha a la mano, para que se equivoque en el delivery.

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